domingo, 26 de agosto de 2012

Mahler y yo


A mí lo que me pasa con Mahler, Gustav, es que me parece que lo que hace es presentar la trama y la urdimbre de todos los sonidos y de todos los silencios (si es que los hay en este universo). Por momentos me pasa que siento que muestra todo, presenta todo. Todo lo que hay, digo, todo lo que existe, porque queda claro que en Mahler la sinfonía es el universo, así que cuando digo todo lo que existe quiero decir todo lo que existe, o sea, el universo, o sea, la sinfonía. Mahler lo expone todo, lo presenta todo. El cosmos y el caos, el alfa y el omega, pero no como sucesión, sino como partes.

Por momentos el entramado del todo se hace denso, abigarrado, lleno de hilos que se atan en los mismos nudos, que se desatan de los mismos nudos, que se disparan hacia infinidad de territorios, hacia ningún territorio, que se entrelazan y enmarañan hasta que ya no se puede nada más, hasta que ya no hay lugar para nada más.

Y por momentos todo parece pender de un hilo, de una simple melodía apenas susurrada por una leve flauta, o ni siquiera una melodía, una nota, todo el universo parece ser, depender y pender de una nota que se alarga, se sostiene, y en realidad es, porque esa nota es, de hecho, todo el universo, esa nota es la expresión de toda la solidez y la contundencia de la potencia del universo, esa nota, esa sola nota, es todo. Todo.

A mi lo que me pasa con Mahler es que no me parece que haya un orden en sus sinfonías ni en las partes de sus sinfonías ni nada, porque todo me suena a parte del entramado, y podría haber empezado, empezar, por cualquier parte, por casi cualquier parte de cualquiera de las sinfonías, que de tos mos siempre habría mostrado, siempre mostraría, lo mismo, siempre expresaría lo mismo. Por eso parece, solo parece, retomar “materiales” que ya ha usado en otras obras, aunque a veces uno tiene la sensación de que lo que parece retomar es algo que todavía no ha usado, no ha compuesto, y a veces que usa algo que ya ha usado antes pero es como si esta vez fuera la primera. No hay orden, o más bien, el orden es la totalidad, o las dos cosas.

Y me pasan más cosas con Mahler, Gustav. La Filarmónica de Baires va a tocar, esta semana, la 7ª de… bueno, sí, de él. Y la Filarmónica está tocando muy pero muy bien últimamente, y sonando muy pero muy bien últimamente. Y en una butaca del teatro voy a estar sentado yo. Y lo que me pasa es que, desde varios días antes, yo ya estoy disfrutando el placer de la expectativa, oséase, que tengo como para una semana de goce con la 7ª de Mahler hasta que finalmente la oiga y la ejcuche en el concierto, y ahí la vaya a gozar de nuevo, o quizá no, quizá el concierto no sea de los mejores por una de esas cosas que a veces suceden con y en los conciertos (y con otros ítems también), pero ya no importará, porque ya habré gozado de toda una semana de la 7ª de Mahler y eso igual estará muy bien.
Me pasa que Mahler me crea expectativas de placer, y creo que eso también está, de algún modo, en la música de Mahler.

A mi lo que me pasa es que allá por los años 60 del siglo pasau, cuando yo era un pibe en Buenos Aires, mi viejo me inoculó el virus de Mahler. No me dijo que se me iba volver una cuestión crónica.

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